¿Qué te
dicen mis ojos cuando los miras? ¿Qué te dicen mis brazos cuando te rodeo con
ellos? ¿Qué expresan mis manos al acariciarte? Es verdad que las acciones son
reflejo de los sentimientos, pero ¿qué te dicen mis actos? ¿Podremos acaso
destapar nuestros temores por medio de un beso? ¿Cobijar el miedo con tres
pestañeos? ¿Desdibujar la triste historia que antaño vivimos? ¿Olvidar las
promesas rotas? ¿Qué te dicen mis ojos cuando los miras? ¿Puedes ver a través
de mis pupilas y colorear con tu iris café mis sueños a blanco y negro? Vivamos
una historia en color sepia, corramos juntos tomados de la mano, riamos como
dos locos sin remedio, y después quiero que me digas si mis ojos te dicen algo
cuando los miras. ¿Qué te dicen mis manos cuando te tocan? ¿Pueden mis dedos
dibujar en tu piel mis sentimientos? ¿Acaso mi tristeza puede sentirse en un
beso?
Seguido me
pasa. La melancolía y la tristeza son mis mejores amigas. Me ayudan a plasmar
mis sentimientos de una manera más bonita, pero me cobra un interés muy alto
por rentarme la inspiración. Cuando estoy triste no puedo evitar llorar, desgarrarme
la garganta a sollozos, rasgarme la piel con las uñas. Mi estado mental
repercute con mi salud física, me mareo y me da picazón en todo el cuerpo. Mis congojas
se convierten en garrapatas que me carcomen el cerebro, y me producen mareos.
Me acuerdo de todas las cosas tristes, malas, peores, horribles y demás, que me
han sucedido a lo largo de mi corta vida. Me pierdo en mis pensamientos y, de
nuevo, no puedo evitar llorar. Me tiemblan las manos mientras intento sostener
la pluma, siento un nudo en la garganta mientras espero de corazón que
desaparezca conforme escribo, pero no. El dolor aumenta, y hasta la fecha, no
sé qué hacer. Siempre que alguien intenta consolarme o hacerme sonreír cuando
estoy en ese estado, sólo puedo derramar lágrimas mientras rio. En ocasiones
sólo me acuesto en el suelo, o en la cama, o donde pueda, y escucho melodías de
Chopin, me sumerjo en mis pensamientos y es difícil salir de ahí. ¿Me seguirás queriendo,
aunque esté triste? Mi melancolía no es pasajera, por lo general es un huésped que
se queda por más tiempo del que debería. En ocasiones, le gusta esconderse bajo
la cama, haciéndome creer que se ha ido. ¿Me ayudarás a sacarla de su
escondite? Otras veces, me acurruco junto a ella, dejo que me acaricie el
rostro y me cubra con su manto. ¿Te cubrirás conmigo? Hay veces en las que
respirar hondo no sirve, mis labios tiemblan y mi mente corre, mis párpados se
cubren de agua y sal, y no puedo evitar llorar. ¿Llorarás conmigo? Y cuando,
por fin llegue el momento en que podamos abrir la puerta, y sacar a mis
molestas amigas, ¿me ayudarás a patearlas? Te diré, amor mío, que esto no
termina aquí. Seguido me pasa. La melancolía y la tristeza son mis mejores
amigas. Cuando ellas vuelvan a casa, ¿las recibirás conmigo en la puerta?