Tengo una lista de cosas por
comprar el próximo jueves. No sé si mi capital sea suficiente para costearlas. Una
botella de whisky, tinte de color azul, sombra para ojos; quizá algo de ropa
interior, chocolates. Un espejo circular para mirarme en él y preguntarme quién
me dañó tanto.
Quizá nadie; quizá fui yo. Quizá
fue la esperanza, el arma más peligrosa, letal y poderosa de todas. Uno nunca
sabe cómo usar algo tal como la fe, pero, por lo general, solemos enfocarla en
casos perdidos, en causas que únicamente traerán consigo la decepción y el
desasosiego. La gente no sabe amar; en ocasiones, solo es miedo de.
Vivo cada día repitiéndome a mí
misma que no espere nada de nadie; ni siquiera de mis gatos y el rozar de sus
cabezas, ni siquiera del chofer del autobús que se detenga… Nada. Simplemente
nada. Pero más terca no pude haber nacido. Espero y tengo fe en todos, en todo,
menos en mí y en lo que hago. Me la paso repitiéndome a mí misma, ¿qué pasaría
si…? Y me rezago. Me quedo veinte minutos en la salida, esperando a una persona
que sé de antemano, no volverá conmigo del trabajo. Espero que alguien
realmente se acerque y me muestre afecto, me pregunte cómo estoy, note qué está
pasando. Espero que el hombre que me atrae, me envíe un mensaje. Vivo esperando
que aquel otro sujeto al que aún niego amar, lea las interminables cartas que
le escribí.
Pero no hay nada. No hay
mensajes, ni salidas después del turno de noche en mi empleo, no hay preguntas
sinceras y sin morbo, los sobres siguen cerrados. Y yo sigo esperando.
Me pregunto qué tan vana y vacía
podría llegar a ser si dejase mi fe a un lado. ¿Será que mi esperanza es lo que
me mantiene atada a este mundo, a esta vida? Sentarme a escribir frente al
monitor a las cuatro de la mañana, ¿es aferrarme o tener fe? Esperar, morir
acaso, soñar, ¿me siento Hamlet? Es curioso, el suicida shakespeariano es mi
personaje preferido, al menos, entre todas las tragedias.
¿Qué tan solos estamos? ¿Es normal
sentirse abandonado? Mirar a una multitud de personas entrar y salir de los
comercios, de las estancias, de los sitios de ocio. Analizar la sociedad y comprenderla,
a menudo, nos hace sentir antipatía por la misma. Ridiculizar el comportamiento
y la existencia humana, repudiarla y quitarle el sentido de la misma manera en
que el significado de una palabra se pierde
cuando la leemos muchas veces. Como escuchar tanto una canción, que se vuelve
cansina, aburrida, jaquecosa. Molesta.
Así se siente la vida, cuando la
sientes demasiado. Decepciones,
caídas, fallos, desesperanza repitiéndose tanto, que hastía. Deja de doler,
solo molesta, enfada.
Da jaqueca.
No quieres continuar. Pero ahí
sigues, ¿qué te ata?, ¿qué hace que siga con esto?
¿Aferramiento, o esperanza?