lunes, 25 de junio de 2018

Azul II

El cuello, las manos, las piernas, el alma azul. El suelo de la ducha es azul también. Las paredes tienen gotas azules y el espejo chorrea de melancólico azul.
Te veo en el fondo del espejo mirando hacia ninguna parte y a la vez a todos lados. En unos momentos, cargado de amor e intensidad y en otros, de una frialdad y aderezos de crueldad. Detestables matices, no te amaría si no fueras tan cambiante. Creo que incluso entre los lugares más oscuros e inhóspitos puedo encontrar briznas de calidez, rayitos de luz y susurros de amor. Tal vez mi misión en la Tierra es mirar hacia esos lugares, esos a donde casi nadie voltea a ver.
Como en el azul y asfixiante fondo del mar se siente mi corazón. Mi pecho se aplasta, mi boca y mi nariz no respiran y tú estás del otro lado de ese maldito espejo de miedo disfrazado de indiferencia. Bien me dijo un vagabundo en alguna ocasión, que estaría destinada a ser amada con intensidad, pero que cada persona que se acercara a mí me tendría miedo.
Mis nudillos golpean la pared de vidrio y plata para alcanzarte a pesar de que lo que está frente a mí no es nada más que mi reflejo. Mi sangre se tiñe de azul con cada golpear y mis uñas se quieren clavar en mi propia carne, ¿por qué nadie me podrá amar?
Nunca seré lo suficiente, soy demasiado azul, demasiado triste. Soy un cordero asustadizo con una máscara de lobo al asecho. No puedo dejar de tener miedo y solo quiero atravesar ese maldito espejo y encontrarme contigo, pero sé que es imposible.
Los dolores de garganta, la sangre interminable, la ansiedad, el dolor, el no poder respirar, mi estúpida asma, todo me recuerda lo difícil que es cargar con un alma azul y justifico a quienes no pudieron, no pueden y no podrán con algo como esto. Enfermiza y triste, y con el cuerpo azul solo puedo ofrecer amor, tardes de poesía y cosquillas, de comida casera y hacer el amor, perdón por tan poco pero es lo que mi corazón puede ofrecer, le hicieron mucho daño y aún así entrega lo poco que le quedó.
Las paredes de cristal y esta coraza no se pueden romper con unas manos tan pequeñas y sin fuerza. Detesto el sesgo de verdad que emerge de la tierra estéril de mi melancolía. Nunca podré ser feliz, mi llanto y mi alma de pequeñuela arruinan todo.
Aparécete en el mar de lágrimas, tu indiferencia me corta como un filoso y enorme cuchillo a la mantequilla frágil y blanda, dame un poco de tu atención hoy, y te prometo que en un par de años, quizá menos, dejaré de molestar.
Dejaré de molestar porque sucumbiré al dolor, al mar de melancolía que me amenaza cada dos semanas, dejaré de molestar con mi sudor azul, mi saliva estúpida, con mi ridiculez y mi insistencia.
Te prometo que me iré para siempre porque la vida no se hizo para que yo pudiese mantenerme cuerda en ella.
Azul... me asfixio. No respiro.
Y algún día, azules los labios sin vida, mi retiro.