martes, 15 de diciembre de 2015

Odisea espacial.

Su cuerpo era como el universo: oscuro e inhóspito.  En sus manos se sentía la textura de un meteorito, y en su vientre la calidez de una estrella. Sus ojos eran oscuros como dos hoyos negros cuyos horizontes de sucesos eran celosamente cubiertos por unos cristales. En sus labios se dibujaba la curva perfecta de una órbita oscular, y en su espalda tres perfectos lunares formando una constelación dérmica. La tentación de explorar su universo es más grande que el temor de perderme en su enormidad. Saldré de mi órbita sin nave y me ahogaré en su vacuidad. Llegará un momento en que sus ojos me absorban, y entonces no habrá marcha atrás. Una vez que pase por sus pestañas, no tendré esperanza alguna de volver, me habré perdido totalmente, me habré quedado sin aire, e incluso sin luz y sin vida, es probable que al perderme en la negrura de su mirada, mi cuerpo explosione, o se convierta en un éxtasis intergaláctico de rayos gamma, o que no quede nada de mí más que basura espacial.

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