jueves, 12 de mayo de 2016

Desnudez.


Desnúdame, pero no me quites la ropa. Quítame los miedos, ayúdame a desabrocharme las penas, quítame un par de versos, quítame las ansias de verte. Déjame escucharte reír en mi oreja, atúrdeme con tu risa, ahórcame en un abrazo, quítame el aire con un beso. Cuéntame tus congojas, háblame de lo que eres, de lo que no eres, déjame ver cómo tus labios se tensan al dudar, déjame desnudarte el alma. Sigue cubriéndome con tu calidez, como una lluvia de verano cubriría a los transeúntes de una ciudad atribulada.

¿De dónde has salido? Mis dedos terrosos se rozan entre sí, ayudándome a meditarlo. Necesito sentirte de nuevo junto a mí, siento que cada vez necesito más de ti porque los minutos, las horas, el tiempo no son suficientes. No existe nada más a mi alrededor, y me pregunto si eso está bien.

El polvo se ha acumulado en la mesa. Mis libros, mis bolígrafos están cubiertos de él, son tan vulnerables, no pueden evitarlo. Me recuerda a mí. Me has cubierto de ti, eres el polvo que se ha colado por la ventana, llegaste a lugares inesperados, invadiste mi ser. ¡Qué no daría por ver a diario tu mirada retadora y astuta, tu sonrisa, tus labios! No denotas nerviosismo en tus actos, tus manos traviesas se pasean a cada rato por donde les place.

¿Te has preguntado la causa de mis nervios, de mis tartamudeos? ¿Podrías decirme cómo es que te levantas de una cama después de un tiempo sin haber caminado? Es difícil usar tu cuerpo, controlar tus pasos. Yo, tenía tanto tiempo sin amar, desbordaste mis emociones como se desborda el caudal de un río. Así que aliméntame con la miel que gotea de tus pestañas, hazme temblar con la fuerza de tus palabras, de tus miradas, del roce de tus dedos; cúbreme de la dulzura que emanas. Contágiame de tu ternura, de tu inocencia, desnudémonos y después, si quieres, nos quitamos la ropa.

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