martes, 17 de mayo de 2016

Delirios marcianos.

¿Qué te dicen mis ojos cuando los miras? ¿Qué te dicen mis brazos cuando te rodeo con ellos? ¿Qué expresan mis manos al acariciarte? Es verdad que las acciones son reflejo de los sentimientos, pero ¿qué te dicen mis actos? ¿Podremos acaso destapar nuestros temores por medio de un beso? ¿Cobijar el miedo con tres pestañeos? ¿Desdibujar la triste historia que antaño vivimos? ¿Olvidar las promesas rotas? ¿Qué te dicen mis ojos cuando los miras? ¿Puedes ver a través de mis pupilas y colorear con tu iris café mis sueños a blanco y negro? Vivamos una historia en color sepia, corramos juntos tomados de la mano, riamos como dos locos sin remedio, y después quiero que me digas si mis ojos te dicen algo cuando los miras. ¿Qué te dicen mis manos cuando te tocan? ¿Pueden mis dedos dibujar en tu piel mis sentimientos? ¿Acaso mi tristeza puede sentirse en un beso?
Seguido me pasa. La melancolía y la tristeza son mis mejores amigas. Me ayudan a plasmar mis sentimientos de una manera más bonita, pero me cobra un interés muy alto por rentarme la inspiración. Cuando estoy triste no puedo evitar llorar, desgarrarme la garganta a sollozos, rasgarme la piel con las uñas. Mi estado mental repercute con mi salud física, me mareo y me da picazón en todo el cuerpo. Mis congojas se convierten en garrapatas que me carcomen el cerebro, y me producen mareos. Me acuerdo de todas las cosas tristes, malas, peores, horribles y demás, que me han sucedido a lo largo de mi corta vida. Me pierdo en mis pensamientos y, de nuevo, no puedo evitar llorar. Me tiemblan las manos mientras intento sostener la pluma, siento un nudo en la garganta mientras espero de corazón que desaparezca conforme escribo, pero no. El dolor aumenta, y hasta la fecha, no sé qué hacer. Siempre que alguien intenta consolarme o hacerme sonreír cuando estoy en ese estado, sólo puedo derramar lágrimas mientras rio. En ocasiones sólo me acuesto en el suelo, o en la cama, o donde pueda, y escucho melodías de Chopin, me sumerjo en mis pensamientos y es difícil salir de ahí. ¿Me seguirás queriendo, aunque esté triste? Mi melancolía no es pasajera, por lo general es un huésped que se queda por más tiempo del que debería. En ocasiones, le gusta esconderse bajo la cama, haciéndome creer que se ha ido. ¿Me ayudarás a sacarla de su escondite? Otras veces, me acurruco junto a ella, dejo que me acaricie el rostro y me cubra con su manto. ¿Te cubrirás conmigo? Hay veces en las que respirar hondo no sirve, mis labios tiemblan y mi mente corre, mis párpados se cubren de agua y sal, y no puedo evitar llorar. ¿Llorarás conmigo? Y cuando, por fin llegue el momento en que podamos abrir la puerta, y sacar a mis molestas amigas, ¿me ayudarás a patearlas? Te diré, amor mío, que esto no termina aquí. Seguido me pasa. La melancolía y la tristeza son mis mejores amigas. Cuando ellas vuelvan a casa, ¿las recibirás conmigo en la puerta?


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