miércoles, 1 de junio de 2016

Podríamos ser eternos.

Ayer, mientras volvía a casa, vi un par de manchas de sangre en el pavimento; me pregunté mentalmente de quién serían. El olor del viento, al igual que la falta de transeúntes, anunciaba que la noche estaba ya profunda. Subí a la banqueta con cuidado de no tropezar, como casi siempre me pasa. Una sonrisa salió espontáneamente de mis labios al recordarte, seguido de ella, un suspiro profundo al recordarnos. Nos salió tan natural amarnos. Me miras, y al hacerlo, siento como si ese par de ojos pudiesen ver en lo más hondo de mi alma, como si pudiesen sacudirla con cada parpadeo. Cuando me tocas, siento como si tus manos estuviesen hechas a la medida exacta de mi cuerpo, como si tus dedos encajaran perfectamente al entrelazarse con los míos. Siento como si tu risa estuviese a una frecuencia de sonido que tiene un efecto en mi sistema nervioso, como una droga auditiva. Tu forma de ser me hace sentir muy pequeña junto a ti. Pero a cada momento me recuerdas lo grande que soy, y eso es magnífico. Contigo no tengo límites.
Me puse a reflexionar antes de dormir. El techo de mi habitación se convierte en mi lugar predilecto para dirigir la mirada y visualizar la tuya grabada allí. Es en medio de la noche cuando mi mente deja de hacer ruido. ¿Te has puesto a pensar en nosotros? Y no me refiero a nosotros dos expresamente. Sino que, ¿te has preguntado de dónde venimos? ¿Por qué nos conocimos? ¿Qué fue lo que nos trajo a donde estamos ahora? ¿Dios? ¿El “hilo rojo del destino”? ¿Será cierto que tu meñique y el mío están atados por un hilo que en realidad no podemos ver? ¿Sabes qué es lo interesante del tiempo? No podemos experimentar con él, el pasado y el futuro no existen de la misma forma en que existimos, de la misma forma en que existen las partículas, la energía. La teoría “del jueves pasado” dice algo como que todo lo que nos rodea, tú, yo, nuestros recuerdos, nuestras fotos, el universo, las estrellas, los libros que leímos, los que no hemos leído… todo eso, fue creado el jueves pasado. O hace cinco minutos. O bien, puede que todo haya aparecido hace una décima de segundo. No hay manera de decir que esta teoría es falsa. ¿O acaso conoces alguna forma de falsearla? Es interesante, ¿no? ¿Cómo sabemos si en realidad no reencarnamos? ¿Cómo sabemos si en realidad estamos conectados, si en otro universo nuestras almas se juntaron, para después separarse? Y que, después de miles de millones de años, pudimos volver a estar juntos. Podríamos ser eternos, podríamos morir y revivir siendo un cauce y el río que pasa por él; podríamos renacer siendo una estrella binaria: orbitando una alrededor de la otra, convirtiéndonos en uno solo. Podríamos ser eternos, o tal vez, pasajeros. ¿Cómo saber si no existimos desde hace apenas un lustro? ¿Cómo saber si, simplemente somos nada más que una coincidencia? Porque, la ciencia es fría. Por muy extraño que parezca al principio, según las matemáticas, si se tiene el tiempo suficiente, y según la psicología, si se tiene el interés suficiente, se encontrarán coincidencias y conexiones, incluso poco probables. Pero las cosas accidentales y extraordinarias ocurren todo el tiempo. No es realmente tan extraordinario. Puede ser que el haberte conocido no sea más que una coincidencia. Pero ¿sabes? Eres la mejor coincidencia que me ha pasado. Y aunque sé que lo más probable es que tus manos en realidad sólo encajen bien con mi cuerpo por pura coincidencia, que el haberte conocido no sea producto de nada místico y sobrenatural; aunque sé que cada día despertamos siendo alguien distinto, que al dormir nuestra consciencia muere un rato y que, al despertar, somos otros; que los átomos que nos componían cuando nacimos no son los mismos que nos componen ahora, ni serán los mismos que lo harán en cinco años; a pesar de todo esto, te amo.
Podríamos ser eternos, podríamos ser efímeros. Podríamos ser la entropía del Universo. Podríamos, incluso, no ser. En realidad, no lo sabremos, pero es que nos salió tan natural amarnos que incluso me atrevo a pensar que estamos juntos desde hace miles de eones. Incluso me atrevo a pensar que, fuera cual fuera el caso, tú y yo terminaríamos juntos. Y es que, nos salió tan natural amarnos que podríamos ser eternos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario