viernes, 30 de enero de 2015

Renacer.

Era prácticamente imposible que las cosas fuesen de ese modo ahora. Con más razón por causa de aquel niño. Su vida no era la misma desde hacía meses, ella lo sabía. Sus ganas de vivir se esfumaban conforme pasaban los días, monótonos y grises, y creía que nada podría sacarla de aquella miseria. Muchos lo intentaron: no deseaban que un corazón frágil y noble como el suyo fuese sepultado en aquel pantano de tristeza. Mas los intentos habían sido en vano.
Y quien la sacó de la miseria no fue precisamente una persona, fue más bien un sentimiento. Un sentimiento que ella creyó haber sepultado en lo más hondo de su pecho para no dejarlo salir nunca más porque la había dañado, porque en su tiempo la había hecho sentir miserable, porque a causa de aquel sentimiento ella había pasado las noches llorando… aunque también era el primer gran sentimiento que se apoderaría de ella, y que era tan fuerte que se había mantenido vivo a pesar del tiempo, a pesar de que otros sentimientos llegarían, a pesar de la distancia, de su madurez, de todo. Ahí estaba.
Había aparecido de repente, al mirar aquella sonrisa y aquellos ojos rasgados mirarla. Y sentarse junto a ella por primera vez en tantos años. Entonces lo sintió: aún había algo dentro de ella, y ese algo la hizo despertar lo que había muerto meses antes. Lo que aquel poeta se había encargado de asesinar.

Sus noches siguieron siendo horrendas, por las pesadillas; sus mañanas seguían siendo pesadas y tediosas; las multitudes seguían siendo molestas… pero ahora tenía la fuerza para soportar todo eso, y más.

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