jueves, 7 de julio de 2016

Maniática.

Tengo escalofríos en la cabeza. La realidad me abofeteó como un huracán. Los vestigios de mi inseguridad salieron despavoridos con el vendaval de sensaciones que aquella frenética charla trajo consigo. Parecía que yo peleaba más conmigo que contigo. El dolor que penetraba mis vértebras desapareció apenas llegaste. Los coros de los ángeles me susurraban dulcemente que mandara todo al carajo, que qué sentido tenía amarte tanto, que no importaba, que estaba mejor sola que a tu lado. No les hice caso, las mandé de un solo golpe a los rincones del averno. Les di su merecido por torturarme tanto. Ahora mis palabras, mis gritos, mis frustraciones terminaron por sacar a relucir tus inseguridades, y una cosa llevó a la otra; no te culparía por no amarme, al fin y al cabo ni yo misma soy capaz de hacerlo por completo. Yo sé que incluso los milagros toman tiempo. El desprecio, la soledad y la indiferencia siempre fueron mis fieles compañeros, es duro asimilar que alguien pueda amarme por completo. por eso el desespero, el miedo. Las personas cobardes, como yo, no conocemos más allá de eso. Pero te pido, con el corazón en la mano, que me ayudes a ver a través de mis complejos, que me auxilies cuando pierda el sentido del vuelo, y que, sobre todas las cosas, sigas haciéndome el amor todos los días, como solamente tú puedes hacerlo, pidiéndome sonrojos, suspiros, poemas, desvelos; pidiéndome que sonría, que te mire, que te tome la mano; pídeme que vea la luz cuando solo hay sombras en el camino, hazme el amor así, como tú sabes hacerlo.

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