lunes, 15 de agosto de 2016

Resonancia.

Tengo ganas de seguir mirando por la ventana de mi cuarto. La luz de los coches al pasar marca un trayecto que me deleita con solo verlo. Me corta como una guillotina. Las ansias revolotean las puntas de mis dedos, quiero verte otra vez.
Eres el único que despierta mi interior de una manera que no puedo entender. Mis neuronas se enloquecen y provocan un cortocircuito en mi cerebro. Mis nervios revolotean a través de mi organismo y un solo roce de tus dedos me produce escalofríos.
Podría besar mil bocas más, y sé que ninguna me haría sentir lo mismo que tú. Es una reacción espontánea, que me persigue con la misma intensidad que la primera vez. Todo se pinta a blanco y negro y el único que tiene color, eres tú. Mi alrededor se torna borroso y luego desaparece, dejando únicamente tu presencia  junto a mí. Y de repente todo deja de importar.
Me restriego en la ducha a diario; quisiera que el tacto de mis manos provocara lo mismo que tus roces hacen conmigo. Pero todo es parte de un equilibrio cósmico: las venas de tus brazos, la longitud de tus dedos, la textura de tu lengua, de tu mentón, la calidez de tus respiraciones, los parpadeos y la robustez de tu cuello, todo. Todo está ordenado perfectamente y se encuentra allí para hacerme sufrir, y gemir, y llorar y reír con toda su simpleza.
Porque yo podría encontrar todo eso en cualquier otra persona, pero no deseo ni siquiera buscarlo. Porque aunque lo encuentre no sería lo mismo, no serías tú, no sentiría nada, el desbalance de mis nervios sería nulo y mis sentidos se apagarían, porque no quieren besar otros labios, saborear otra lengua, sentir otras manos. No existiré para nadie más. Podrían ahogarme y hacer que me pudra a besos. Podrían atarme de manos y piernas y acariciarme el cuerpo entero y yo no sentiría nada, porque no sería lo mismo, no serías tú.
Te lo digo con la franqueza de mis manos pequeñas y temblorosas. No deseo aventurarme y conocer otros terrenos mientras siga viviendo en ti, mientras mi piel tenga el privilegio de sentir la tuya, mientras el cándido sentir de tus dedos entre mis piernas me arranque gemidos de la garganta, y me desgarre el alma con cada toque.
Podría esperar mil eones con tal de sentir tus labios, sin importar la ansiedad y el desespero, mi consuelo sería encontrarte al final del camino.
No quiero otras manos que me toquen, no quiero otra boca que me bese, ni otros ojos que me miren como tú lo haces, no insistas, no lo ofrezcas, la realidad es esta, sólo tú existes. Te lo digo con la franqueza de mis pupilas dilatadas, no quiero buscar en alguien más lo que tú me das de sobra, porque aunque lo encuentre, no sería lo mismo. No serías tú, no sentiría nada.

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