viernes, 3 de junio de 2016

Apocalipsis.

Un fuerte vendaval de ilusiones me mantuvo pegada al teléfono incontables veces. Llamaradas de pasión que antaño se mantuvieron contenidas por el miedo, por fin son libres. El vacío que se incrementaba por fin procede a ser llenado. Se esparcen por el aire las promesas sin cumplir. La intensidad del dolor se atenúa mientras todo se esclarece.
Mis brazos son cortos y torpes, no pueden cogerlo todo de una sola vez. La sed aumenta, el temblor persiste y el regocijo es lo único que puede mantenerme en pie.
La marea me introduce en un vaivén de orgasmos cardíacos. El deseo no es capricho de mi cuerpo, sino de mi corazón. La consciencia me pide a gritos que me deje llevar por la corriente y, por primera vez, la escucho.
La brevedad del amor representa un santiamén de la vida. Los suspiros son aún más efímeros que nuestra propia existencia. Lo demás perdura, mas la vida llega siempre y después termina. Habrá un momento en el que ya no exista nada. ¿Hacia dónde se irán los suspiros de los amantes? Los rastros de los besos, las caricias, las miradas. ¿Es posible que las ideas y los sentimientos sean intangibles? Si los recuerdos duelen, hieren, se sienten, ¿por qué no los vemos? ¿A dónde va todo aquello? ¿Sería inútil tratar de capturar un sentimiento?

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